“La vida es una comunicación entre relojes”

Carlos López-Otín

Desde pequeños nos hemos preguntado por qué no podemos dormir de día o por qué no vivimos 200 años y la ciencia, una vez más, nos da la respuesta.

Desde hace tiempo se sabe que los relojes biológicos existen y que están presentes en multitud de organismos vivos. Pero ¿qué son los relojes biológicos? Son una serie de mecanismos distribuidos por el cuerpo para controlar procesos cíclicos. Unos están ligados a procesos ambientales como la cantidad de luz o la temperatura, mientras que otros afectan a procesos más complejos como la división celular o la regulación hormonal.

Los galardonados con el premio Nobel de Medicina Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young descubrieron en los años 80 y 90, usando moscas de vinagre como conejillos de Indias, un ancestral mecanismo biológico: el ritmo circadiano.

Antes de que la atmósfera tuviera su composición actual, la Tierra ya giraba sobre su eje, y el ciclo de luz y oscuridad tuvo un impacto en los inicios de la vida”. Esta frase de Michael Rosbash se refiere a los estímulos lumínicos que activan al núcleo supraquiasmático. ¿Pero, qué es el núcleo supraquiasmático? Es un centro nervioso, localizado en el hipotálamo formado por miles de neuronas, encima del quiasma óptico (zona donde se cruzan los nervios ópticos), que conforma el reloj biológico central.

¿Alguna vez te preguntaste por qué cuando estás malo los picos de fiebre te suelen aparecer por la tarde? Pues es debido a este reloj biológico, cuya función es regular la temperatura y la presión arterial.

Y, ¿por qué dormimos por la noche? Pues esto se debe a otro reloj biológico, llamado reloj circadiano. Este regula el ciclo del sueño gracias a la melatonina. Cuando los ojos detectan que hay poca luz, mandan una señal al hipotálamo y este empieza a segregar melatonina, una hormona que nos provoca el sueño. Por eso, si se trabaja por la noche con luz artificial, es posible que el cuerpo produzca menos melatonina de la que necesita y cueste conciliar el sueño, haciendo que el ciclo natural luz-oscuridad no estén sincronizados pudiendo causar trastornos del sueño y producir otras afecciones médicas crónicas como la depresión.

Y la inmortalidad,  ¿por qué no vivimos 200 años? En este caso, tenemos que mirar más de cerca las células cuando entran en división celular: el ADN, presente en el núcleo, se compacta para poder dividirse, entonces, se forman estructuras que determinan el material genético conocidas como cromosomas. Estos cromosomas tienen en sus extremos unas estructuras llamadas telómeros, que mantienen la célula a salvo de posibles daños. Pero estos telómeros también se ven afectados y dañados cuando la célula se divide y disminuyen su tamaño, hasta que desaparecen y la célula muere. Todas las células tienen determinada la cantidad de veces que se pueden dividir, y cuanto más vivimos, más dañadas y vulnerables se ven las células, hasta que morimos por envejecimiento.

Como conclusión se podría decir que el cuerpo posee varios «relojes biológicos» que regulan los ciclos de los ritmos circadianos, o que simplemente consta de uno, que a su vez está formado por múltiples piezas distribuidas por nuestro organismo. De la misma manera, no seguir sus indicaciones solo perjudica a tu salud, tanto física como mental. Dicho esto, nuestro consejo es que hagas caso a tu cuerpo que sabe lo que se hace y, además, te lo agradecerá.

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