Nos lanzamos con una primera reflexión en voz alta…
«Profe, ¿y esto para qué me sirve?«. Una pregunta universal a la que todos los profesores tienen que hacer frente cada día que toca explicar temas nuevos a los alumnos. Estudiantes de cualquier curso, especialidad y edad se cuestionan continuamente la utilidad de lo que se les está enseñando.
Común es la pregunta de para qué sirve la física de la educación secundaria si no se quiere ser ingeniero o físico. La realidad es que la Física está presente en muchos aspectos de la vida cotidiana, desde el funcionamiento de los dispositivos electrónicos que usamos, hasta la comprensión de cómo los vehículos se mueven o cómo funcionan las comunicaciones inalámbricas. Además, desarrolla habilidades de pensamiento lógico y resolución de problemas.
De la mano de esta cuestión va la pregunta de para qué dan Matemáticas alumnos que quieren ser periodistas, escritores o, en definitiva, jóvenes que aspiran a estudiar carreras que nada tienen que ver con números. Y, a pesar de la habitualidad de la pregunta, las Matemáticas son esenciales para la toma de decisiones informadas en la vida cotidiana, desde gestionar el dinero hasta entender estadísticas en noticias, deportes o en la toma de decisiones en negocios o en la vida personal. También está más que demostrado que desarrollan habilidades críticas de razonamiento lógico.
Otra de las asignaturas más odiadas de la ESO es la Geología. Actualmente es uno de los temas menos populares y que, sin embargo, se estudia en una clase conjunta con biología. Pues bien, ¿de qué les sirve a los futuros biólogos, médicos y veterinarios saber de qué está compuesta la Tierra? Es muy importante, ya que nos ayuda a entender los procesos de nuestro planeta mucho mejor, procesos que nosotros tenemos que sufrir, pero que, si se entienden, no tienen porqué conllevar sufrimiento. Si se sabe sobre el tema, se puede llegar a conseguir gestionar recursos naturales, prevenir desastres naturales como el que desgraciadamente se ha sufrido en Valencia con la DANA, proteger el medio ambiente y, además, es de vital importancia a la hora de tener que construir algún recurso sobre la tierra.
Pero los “adolescentes rebeldes” no son los únicos que sienten este tipo de rechazo por la adquisición de nuevos conocimientos, toda la población lo experimenta -en mayor o menor medida-, independientemente de la edad. Un ejemplo que hoy en día está en boca de todos sería el cuidado del medio ambiente. Parece de sentido común que debemos conocer este tema, si no en profundidad, con un entendimiento acorde a nuestra implicación en el tema, ya que todos tomamos parte en los sucesos de la Tierra. Las razones son obvias: el conocimiento sobre el medio ambiente es esencial para entender y abordar problemas globales como el cambio climático, la escasez de recursos, y la conservación de la biodiversidad. A nivel personal, nos enseña cómo reducir nuestro impacto ecológico. Pero, si todos tenemos tan clara la importancia de dicho evento, ¿a qué se debe el rechazo general de informarse correctamente de estos temas antes de soltar afirmaciones que puede que estén dejando en evidencia nuestra ignorancia?
Más importante aún, ¿de dónde viene el rechazo a aprender cosas nuevas, cuando su importancia es tan evidente? ¿Se debe a una ignorancia de sus posibilidades o a una vaguería impuesta por la sociedad?
Realizado por Laura Lezama, Julia Martín, Fernando Ortega y Lucía Peña. Alumnos de 4ºESO- Proyecto en Innovación Científica y Tecnológica
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