Estudiantes investigan la biodegradación de plásticos usando larvas de Tenebrio molitor (gusano de la harina).
En las últimas décadas, el plástico se ha convertido en un material imprescindible y totalmente presente en la vida cotidiana. Desde envases, juguetes o bolsas hasta componentes industriales. El plástico tiene un bajo costo, es resistente y además muy versátil, características que lo han posicionado como la opción preferente en la mayoría de sectores. Sin embargo, esta aparente ventaja ha traído consigo una de las mayores crisis ambientales del siglo XXI.
Cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico en el mundo , de las cuales una gran parte termina en vertederos, océanos y entornos naturales sin ser reciclada. A diferencia de otros materiales, el plástico puede tardar entre cientos y miles de años en degradarse completamente. Durante ese proceso, se fragmenta en microplásticos que contaminan el agua, el suelo y el aire.
Los efectos son devastadores. Se estima que más de un millón de aves marinas y 100.000 mamíferos marinos mueren cada año por ingerir plásticos o enredarse en ellos. Los microplásticos, por su parte, han sido encontrados en el interior de peces, moluscos y, más recientemente, en el cuerpo humano: en la sangre, los pulmones e incluso la placenta. Esto plantea serias preocupaciones sobre los efectos a largo plazo en la salud, incluyendo alteraciones hormonales, inflamación y toxicidad celular.
Frente a esta realidad, la humanidad se enfrenta a un desafío urgente y multidimensional: reducir la producción de plásticos de un solo uso, mejorar los sistemas de reciclaje, desarrollar materiales alternativos biodegradables y explorar métodos innovadores de eliminación o transformación de residuos. Por este motivo, la ciencia y la educación juegan un papel fundamental para concienciar, investigar y proponer soluciones viables que frenen esta crisis global.
En este contexto, un grupo de estudiantes de secundaria (alumnos de 3º y 4º de ESO) de nuestro cole han llevado a cabo un experimento relacionado con este problema ambiental creciente. El proyecto estuvo coordinado por Rocío Paramá, profesora de Biología y contó con la colaboración de la profesora Sonia Camino. Este estudio fue presentado durante la feria científica CINVIGO 2025 los días 26 y 27 de abril.

El estudio se centró en analizar la capacidad de degradación de plásticos por parte de larvas de Tenebrio molitor, conocidas comúnmente como gusanos de la harina. Estas larvas, que ya se emplean como fuente de proteína animal y aprobadas desde 2021 para el consumo humano, han demostrado en anteriores investigaciones una curiosa habilidad: la de alimentarse de ciertos plásticos.

Una propuesta educativa con base científica
El proyecto surgió como una propuesta competencial en la materia de Proyecto Competencial, que integraba conocimientos de biología, ecología y estadística, con el objetivo de sensibilizar al alumnado sobre el impacto de los residuos plásticos y explorar soluciones sostenibles. Para el estudio, se emplearon larvas de tenebrio, y los estudiantes dividieron 560 larvas en cuatro grupos de 140 individuos, cada uno alimentado exclusivamente con un tipo de material: avena (grupo control), bolsas plásticas convencionales, bolsas biodegradables y poliestireno expandido (porexpán).
Durante 106 días, los alumnos observaron la evolución de las larvas, registrando su peso, tasas de mortalidad, transformación en pupas y posterior desarrollo a adultos. Además, calcularon la cantidad de material consumido por diferencia de peso, aplicando herramientas informáticas para realizar los análisis estadísticos.
Resultados reveladores sobre toxicidad y degradación
Los resultados fueron tan sorprendentes como reveladores. El grupo alimentado con avena mostró el mejor rendimiento en todos los indicadores: tan solo un 20% de mortalidad, el mayor número de pupas (110) y la mayor transformación a escarabajos adultos (67%). En cambio, el grupo alimentado con bolsas biodegradables presentó la mayor mortalidad , seguido por los de bolsas plásticas y porexpán, con cifras de entre el 44% y el 48%.
En cuanto a la capacidad de degradación, las larvas lograron consumir todos los tipos de plástico en diferentes proporciones. El porexpán resultó ser el material más degradado (1,215 g consumidos en total), aunque también fue el más perjudicial, generando el mayor número de pupas muertas (70%) y una baja tasa de metamorfosis completa.
Por otro lado, las bolsas biodegradables, que presumiblemente contenían fécula de patata o almidón de maíz, fueron degradadas en un 34,5%, mientras que las bolsas plásticas convencionales alcanzaron un 32,6% de consumo. Esta diferencia sugiere que, si bien las larvas pueden alimentarse de varios tipos de plástico, no todos afectan de la misma forma a su salud y desarrollo.
Proyección a gran escala y consideraciones éticas
Extrapolando los datos obtenidos a diez años con 100.000 individuos por grupo, calculando que podrían degradarse entre 30 y 50 kg de plástico en ese periodo, dependiendo del tipo de material. Sin embargo, hay que tener en cuenta que una mayor degradación no necesariamente tiene que implicar una mayor sostenibilidad, no olvidemos que el bienestar de las larvas se vio comprometido en los grupos con dieta plástica.
Este hallazgo pone sobre la mesa la necesidad de analizar no solo cuánto plástico puede degradarse, sino también qué efectos tienen estos procesos sobre los organismos utilizados, y qué tipo de residuos generan como subproducto.
Conclusiones con impacto educativo y ambiental
El experimento pone en valor la importancia de la educación científica en etapas tempranas como herramienta para abordar problemas reales. Además, refuerza la idea de que soluciones innovadoras y sostenibles pueden surgir del trabajo colaborativo y la curiosidad estudiantil.
Los resultados valoran el uso de insectos para la gestión de residuos, aunque también advierten sobre la necesidad de avanzar con precaución, evaluando la inocuidad ambiental de estos procesos.
Este proyecto no solo refleja el potencial científico de jóvenes investigadores, sino que también representa una llamada a la acción: repensar nuestro modelo de consumo, reducir el uso de plásticos y apostar por soluciones integradas con el medio ambiente.
Curso 3º ESO